Himno común a los dioses 
																Oídme, oh Dioses, vosotros que gobernáis el timón 
																		De la sagrada sabiduría, y que, encendiendo en las 
																		Animas de los hombres la llama del deseo del retorno, 
																		Las atraéis hacia los Inmortales, dándoles 
																		Por las indecibles iniciaciones de los himnos; 
																		El poder de evadirse de la oscura caverna 
																		Y de purificarse. ¡Oídme, poderosos liberadores! 
																		Concededme, por la comprensión de los libros divinos 
																		Y disipando la tiniebla que me rodea, una luz 
																		Pura y santa a fin de que pueda comprender con claridad 
																		Al Dios incorruptible y también al hombre que yo soy. 
																		Que un Daimon perverso jamás, 
																		Asediándome de males, me retenga, 
																		Eternamente cautivo en oleaje del olvido, 
																		¡Alejándome de los Dioses! 
																		Que jamás, una expiación aterradora, 
																		Me encadene en la prisión de la vida (del cuerpo) 
																		Cayendo mi alma en las heladas olas de la generación 
																		Y en las que no quisiera errar demasiado tiempo! 
																		Oídme, vosotros, oh dioses, soberanos de deslumbrante sabiduría, 
																		Revelad al que se apresura en el sendero ascendente 
																		Del retorno, los santos éxtasis y las iniciaciones 
																		¡Que residen en el corazón de las sagradas palabras! 
														  
														Himno a Dios 
														Oh Tú, que todo lo trasciendes, que estás más allá de todo, 
																¿Acaso me es permitido cantarte llamándote de otra manera? 
																¿Cómo celebrarte, oh Tú, que eres trascendente a todo? 
																¿Con qué palabras dirigirte alabanzas? 
																Con ninguna palabra, en efecto, puedes ser nombrado. 
																Siendo el único sin nombre, engendras, sin embargo, 
																Todo lo que puede enunciar el verbo. 
																¿Cómo puede contemplarte la inteligencia? 
																Pues Tú no puedes ser abarcado por ninguna inteligencia. 
																Siendo el único Desconocido, 
																Engendras, sin embargo, todo lo que el espíritu puede conocer. 
																Todo lo que puede decir la palabra y todo lo que no puede decir la palabra 
																Te proclama. 
																Todo lo que puede concebir el espíritu y todo lo que no puede concebir. 
																Te glorifica. 
																Los deseos de todos y las dolorosas aspiraciones de todos 
																Giran alrededor de Ti. 
																Delante de Ti todo está en adoración 
																y todo el que posee el conocimiento del signo 
																Mediante el cual se 
																Te puede reconocer 
																Te canta un himno silencioso. 
																Todo procede de Ti mas 
																Tú no procedes de nada 
																Y por ello eres sol. 
																En Ti todo es inmóvil pero todas las cosas 
																Se unen para precipitarse hacia Ti. 
																Eres el fin de todo; único y total, 
																Lo abrazas todo no siendo ni Uno ni Todo. 
																¡Oh Tú, a quien se invoca bajo nombres tan diversos, 
																¿Cómo podre llamarte? 
																¡Oh Tú, que eres el único a quien no puede llamarse! 
																¿Qué celeste inteligencia podrá deslizarse bajo los velos 
																Que Te recubre con deslumbrante luz? 
																Ten piedad de mí, oh Tú, que estás más allá de todo; 
																¿Acaso me es permitido cantarte llamándote de otra manera? 
														  
														"Oráculos e Himnos" de Proclo, incluidos en el libro "Los Nombre Divinos y otros escritos" de Dionisio Areopagita. Tradución y prólogo de Josep Soler. Edit. Libros del Inmombrable, Zaragoza, 2007  
																				 
																 
														  
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